DOCUMENTOSOPINIÓN

Fidel siempre

Aunque cubano, Fidel es ya un símbolo de lucha y principios para el conjunto de la Humanidad.
«Nacimos en un país libre que nos legaron nuestros padres, y primero se hundirá la Isla en el mar antes que consintamos en ser esclavos de nadie. Parecía que el Apóstol iba a morir en el año de su centenario, que su memoria se extinguiría para siempre, ¡tanta era la afrenta! Pero vive, no ha muerto, su pueblo es rebelde, su pueblo es digno, su pueblo es fiel a su recuerdo; hay cubanos que han caído defendiendo sus doctrinas, hay jóvenes que en magnífico desagravio vinieron a morir junto a su tumba, a darle su sangre y su vida para que él siga viviendo en el alma de la patria…
Termino mi defensa. No lo haré como hacen siempre todos los letrados, pidiendo la libertad del defendido; no puedo pedirla cuando mis compañeros están sufriendo ya ignominiosa prisión. Enviadme junto a ellos a compartir su suerte, es inconcebible que los hombres honrados estén muertos o presos en una república donde está de presidente un criminal y un ladrón…. Sé que la cárcel será dura como no la ha sido nunca para nadie, preñada de amenazas, de ruin y cobarde ensañamiento, pero no la temo, como no temo la furia del tirano miserable que arrancó la vida a setenta hermanos míos. Condenadme, no importa, la historia me absolverá.»
Final del alegato de autodefensa por el asalto al cuartel Moncada
26 de julio. 1959
Fidel Castro
Si algunas dudas quedaban sobre el liderazgo histórico de Fidel en Cuba, estas han quedado contundentemente disipadas viendo las imágenes en directo mostradas por la televisión cubana durante los días que duró el traslado de sus restos desde La Habana a Santiago de Cuba. Las calles, las carreteras, los lugares por donde transitaba el sencillo jeep con los restos de Fidel se veían abarrotadas de multitudes de cubanos y cubanas emocionados que gritaban siempre lo mismo: “Yo soy Fidel”.
Raúl Castro, en su despedida dijo: “Fiel a la ética martiana de que “toda la gloria del mundo cabe en un grano de maíz”, el líder de la Revolución rechazaba cualquier manifestación de culto a la personalidad y fue consecuente con esa actitud hasta las últimas horas de vida, insistiendo en que, una vez fallecido, su nombre y su figura nunca fueran utilizados para denominar instituciones, plazas, parques, avenidas, calles u otros sitios públicos, ni erigidos en su memoria monumentos, bustos, estatuas y otras formas similares de tributo. En correspondencia con la determinación del compañero Fidel, presentaremos al próximo período de sesiones de la Asamblea Nacional del Poder Popular, las propuestas legislativas requeridas para que prevalezca su voluntad”
Fidel Castro ha sido y lo es ya para siempre el líder legendario de un proceso revolucionario que, con sus aciertos, sus errores y sus grandes desafíos, afirmó con decisión un espacio de soberanía nacional y lucha por la justicia social. Un proceso que rebasó las fronteras de una pequeña isla sometida al neocolonialismo norteamericano y a su política anexionista, impregnando el imaginario de toda América Latina y convirtiéndose en un referente mundial, sobre todo, en el Tercer Mundo de la voluntad de defender los derechos de las grandes mayorías.
Fidel, liderando un grupo legendario de grandes combatientes (el Ché, Camilo, Abel Santamaría, Raúl…) demostró que las concepciones etapistas y la necesidad de “maduración de las condiciones objetivas” funcionaban como estrategia de consolación y conformismo de los tradicionales partidos estalinistas. A escasas millas de la mayor potencia económica y militar de la historia, Fidel actualizó el legado emancipador de Bolívar y Martí de una América grande y libre frente a las potencias imperialistas extranjeras. La Revolución Cubana, de la mano de una dirigencia decidida y valiente, hubo de afrontar, en condiciones de permanentes agresiones norteamericanas, todas las difíciles tareas ligadas a la independencia política, el desarrollo social y a la construcción de una sociedad que declaraba su aspiración a ser socialista e internacionalista. Asumir consecuentemente la complejidad y dificultad de estas tareas tuvo su contrapartida en la generación, en ciertos momentos históricos, de deformaciones, tendencias y mentalidades de “fortaleza asediada”, favoreciendo fenómenos de espesor burocrático y déficits democráticos.
Fidel inspiró y lideró las tareas de alfabetización y edificación de sistemas universales de salud, educación y servicios sociales que son un motivo de orgullo de Cuba y una exhibición de defensa de las grandes mayorías, en medio de las carencias y enfrentando el bloqueo yanqui como sistema global de agresión contra Cuba (en lo político, lo diplomático, lo económico, lo financiero). Además fue también Fidel quien con su autoridad moral y la profundidad de su visión estratégica ha hecho de Cuba una potencia mundial en los terrenos de la salud pública, la educación y la investigación. Y esta proliferación científica y cultural se ha insertado en la extraordinaria vocación internacionalista de la Revolución Cubana. Así, miles de profesionales cubanos trabajan por el mundo en los lugares más aislados y pobres, curando y educando a gente humilde, sin otro interés estratégico de Cuba que el de la solidaridad internacionalista. También decenas de miles de estudiantes del tercer mundo se han graduado como profesores, médicos o ingenieros en Cuba, para regresar a sus naciones con una concepción ética y social de su desempeño profesional.
Fidel ha sido un gigante de las luchas de emancipación en el siglo XX, ha dejado una Cuba digna, soberana y con una extraordinaria autoridad moral entre los humildes y olvidados del mundo. Fidel imaginó y realizó el asalto al cuartel Moncada, encabezó la lucha guerrillera en la Sierra Maestra, la derrota del imperialismo en Girón, el internacionalismo cubano en Angola que permitió vencer a las tropas surafricanas y ayudó a la caída del apartheid, la defensa del movimiento de no alineados, las denuncias de la infernal deuda externa en el Tercer Mundo como mecanismo de control y expoliación imperialista y de las catástrofes ambientales que acarrea la globalización neoliberal.
Fue un soldado y, sobre todo, un soldado de la batalla de las ideas. Hay que reivindicar su ejemplo y su legado. En «La Historia me absolverá» Fidel justificaba la acción patriótica del asalto al Moncada en base a seis problemas de Cuba: «el problema de la tierra, el problema de la industrialización, el problema de la vivienda, el problema del desempleo, el problema de la educación y el problema de la salud»… Exceptuando quizás el último, este sería un programa mínimo para esta Andalucía del siglo XXI donde los jornaleros son multados y encarcelados y los bancos echan a las gentes de sus casas.
Aunque cubano, Fidel es ya un símbolo de lucha y principios para el conjunto de la Humanidad.

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